En realidad, es totalmente absurdo que Dios se haga hombre.
Pero resulta aún más descabellado si tenemos en cuenta que Dios, en Jesús, no sólo vino al mundo como ser humano, sino incluso como bebé. El Dios todopoderoso, que creó el cielo y la tierra, viene al mundo como un niño totalmente indefenso que depende de sus padres.
Los «sabios buscadores de la verdad» de Oriente veían a los dioses como poderosos protectores de la humanidad. Este radical cambio de papeles debió de resultarles chocante. De repente, ya no es Dios quien cuida de las personas, sino que son los humanos quienes cuidan de Dios que tiene forma de pequeño bebé. Pero no estaban nada decepcionados. La cercanía con la que Dios se muestra aquí es tan impactante para ellos que inmediatamente adoran al pequeño Jesús y le hacen regalos de rey:
Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y, postrándose, le adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra.
Mateo 2:11
También hoy, Jesús sigue viniendo a nosotros con esta cercanía tan especial a través de su Espíritu Santo. Los sabios de Oriente no pudieron más que responder con adoración, gratitud y regalos.
¿Cómo reaccionas tú a la realidad de que Jesús quiere encontrarse contigo?
No es difícil tomar una decisión cuando se conocen todos los datos. Tampoco es difícil creer una afirmación si podemos verificarla. Pero, por desgracia, no siempre es posible. La verdad de algunas declaraciones, señales o indicios sigue escondida para nosotros. En estos casos, tenemos que lanzarnos a lo desconocido y decidir creer en lo uno o en lo otro.
Los «sabios buscadores de la verdad» que vieron la señal del nacimiento de Jesús en el cielo también pasaron por esta experiencia. No pudieron comprobar al momento si lo habían interpretado correctamente. Se lanzaron a lo desconocido y decidieron ver en la estrella una señal de Dios. Incluso durante su largo viaje a Belén, sólo podían esperar haber tomado la decisión correcta.
Al ver la estrella [in Bethlehem], se llenaron de alegría.
Mateo 2:10
Con Dios tenemos que dar este paso de fe. Al igual que estos «Buscadores de la verdad», no podemos comprobar enseguida si hemos entendido bien las señales de Dios y si es realmente Dios quien se nos muestra. Pero la alegría será mayor cuando experimentemos que lo que hemos creído es verdad.
Si Dios existe, ¿por qué no se muestra? Creo que esta famosa pregunta ya encierra un problema en su propia forma de enunciarla.
Hace 2030 años, un grupo de eruditos investigadores en el antiguo Oriente, detectaron una extraña formación de astros: Júpiter, el «Astro del Rey», y Saturno, la «Estrella de los Judíos», se encontraron. En este fenómeno, que a juicio de otros científicos sería probablemente una coincidencia, estos hombres reconocen una clara señal de Dios: el Mesías, el Rey y Dios de los judíos, ha nacido en Israel.
De hecho, están tan seguros de ello que inmediatamente se ponen en marcha en un largo viaje para encontrarse con este Dios y Rey, y les merecerá la pena.
Que reconozcamos a Dios depende a menudo de que nos fijemos en sus señales. La suposición de que Dios no se va a mostrar, ya viene precedida de creer que esto no va a suceder, y esta presunción puede bloquear nuestra visión de Dios.
¿Es posible que Dios se te haya mostrado recientemente, pero tú sólo lo has interpretado como una casualidad?
¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? —preguntaron—. Vimos salir su estrella y hemos venido a adorarlo.
Entonces los ángeles volvieron al cielo. Y los pastores se dijeron unos a otros:
«Vamos a Belén, a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha dado a conocer».
Lucas 2:15
«Vamos a Belén, a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha dado a conocer». Quisieron ver con sus propios ojos lo que los ángeles les habían anunciado.
Y, en efecto, cuando llegaron a Belén, los pastores encontraron a María, a su marido José y a Jesús recién nacido. Como cualquier otro bebé, Jesús recibía los cuidados de su madre, María le daba de comer y le cambiaba los pañales. Dios se hizo hombre de verdad.
Veamos la verdad. Jesús sigue vivo hoy y podemos tener una experiencia real con él. Por tanto, pongámonos en camino como hicieron los pastores. Busquemos a Jesús, que se humilló a sí mismo por amor, para encontrarse de una manera real con nosotros y traer paz a nuestros corazones.
Menospreciados por la gente, escogidos por Dios. Mientras los pastores seguían sin comprender el significado de las palabras del ángel (ver el texto de ayer), los cielos se abrieron y fueron testigos de una celebración celestial.
Una multitud de ángeles cantaba:
«Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad.«
Lucas 2:14
Paz para todos en la tierra. Todos lo deseamos y, sin embargo, nos parece tan inalcanzable. La noche en que nació Jesús, se abrieron los cielos. Dios vino a la tierra y se hizo hombre. No le importó humillarse para hacer posible que tuviéramos acceso a él.
Dios no se encuentra lejos, sino que se acerca a nosotros hoy, tal como lo hizo entonces, en medio de nuestra condición humana, nuestra necesidad y desamparo. Ha venido a la tierra para encontrarse con nosotros y mirarnos a los ojos.
Dios desea de todo corazón estar contigo y traer paz a tu vida. No sólo paz exterior, sino la paz completa y profunda que encontrarás en tu relación con Él. La paz en la tierra comienza en nuestros corazones.
Aquella noche, mientras el pueblo dormía, un pequeño grupo de pastores estaba en el campo cuidando su rebaño de ovejas. En la sociedad de la época, un pastor no tenía los mismos derechos que el resto de la gente. Se le despreciaba considerándole un ladrón y un estafador.
De repente, en medio de la primera noche de Navidad, un ángel se apareció a los pastores y les dijo:
“No tengáis miedo. Mirad que os traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy os ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor.«
Lucas 2:10-11
En aquel tiempo, los judíos esperaban con impaciencia al Mesías, a un líder fuerte que liberaría al pueblo de Israel de la opresión del Imperio Romano. Resulta sorprendente que no fueran los sabios y poderosos los primeros en oír la buena noticia del nacimiento de Jesús, sino los pobres pastores del campo.
Dios eligió primero a los marginados y necesitados para anunciarles la buena noticia. La buena noticia es para todos, no importa la posición social o las culpas personales. No existe ninguna persona en ninguna época para la que no valga la buena noticia de la Navidad.
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