Con dieciocho meses de edad, leía el New York Times; con ocho años hablaba siete idiomas; con diez años, impresionó a los profesores de la Universidad de Harvard con una conferencia original sobre matemáticas. Pero William James Sidis (1898-1944) no tuvo una vida feliz. El desarrollo emocional y social del niño prodigio se vio afectado por la constante presión de los padres para aprender. En la escuela, William fue excluido por ser considerado un «sabelotodo». Los estudiantes, mucho mayores que él, se burlaban del brillante profesor universitario. Una hemorragia cerebral terminórepentinamente con su vida. Dos escritores han narrado la tragedia de este genio en una novela.
El conocimiento es importante, pero solo en Jesucristo encontramos la verdadera sabiduría. Quien confía en él encuentra una vida de calidad, no basada solo en el rendimiento. La Biblia nos muestra el camino.
La mayor sabiduría consiste en honrar al Señor.
Salmos 111,10
Texto de la semana: 1 Corintios 1,18–31